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Cuento sobre la responsabilidad: Descubre el poder de tus decisiones

Miguel Benedetti

En un mundo donde la responsabilidad pareciera haberse extraviado entre las prisas y las distracciones, es necesario detenernos un momento y recordar la importancia de esta virtud en nuestras vidas.

¿Te imaginas un relato que nos transporte a un universo donde la responsabilidad sea el hilo conductor de cada acción, donde las decisiones tengan un peso trascendental y donde la conciencia de cada individuo sea su guía?

Prepárate para sumergirte en un cuento cautivador que despertará en ti un torrente de emociones y reflexiones sobre la responsabilidad.

¡Acompáñanos en esta travesía literaria que promete dejarnos marcados para siempre!

Cuento sobre la responsabilidad

Cuento sobre la responsabilidad 1

Había una vez en un pequeño pueblo llamado Imaginaria, un escritor extraordinario conocido como el Gran Creador. Su imaginación era tan vasta como el universo mismo y sus historias brillaban con ingenio y creatividad. Sin embargo, el don más admirable del Gran Creador era su capacidad para transmitir valiosas lecciones a través de sus cuentos.

En Imaginaria, la responsabilidad era un valor muy apreciado. Todos los habitantes del pueblo entendían la importancia de cumplir con sus deberes y cuidar de su entorno. Pero había un grupo de niños traviesos que no siempre comprendía la verdadera esencia de la responsabilidad.

Un día, el Gran Creador decidió enviar un mensaje a estos niños a través de un cuento mágico. Comenzó a escribir la historia de un reino lejano donde la responsabilidad era representada por un hermoso árbol llamado Sabiduría. Este árbol, con sus ramas extendidas, simbolizaba la conexión entre las acciones de las personas y las consecuencias que estas tenían.

En el cuento, había un niño llamado Lucas, quien vivía en un pequeño pueblo al lado del reino. Lucas era curioso e inquieto, pero rara vez asumía responsabilidades. Un día, mientras jugaba cerca del árbol de Sabiduría, Lucas decidió treparlo sin tener en cuenta las señales de peligro.

Al llegar a la cima del árbol, Lucas vio una hermosa fruta dorada que parecía brillar con sabiduría. Sin pensarlo dos veces, la tomó y se la comió. Sin embargo, en ese preciso momento, el árbol comenzó a marchitarse y perder su vitalidad. Lucas, asustado, bajó rápidamente del árbol, pero era demasiado tarde. El daño ya estaba hecho.

El Gran Creador continuó su cuento, describiendo cómo, a medida que pasaban los días, el reino entero comenzó a sufrir las consecuencias de la falta de responsabilidad de Lucas. Los campos se secaron, los ríos se contaminaron y las personas se volvieron cada vez más apáticas.

Lucas, sintiéndose culpable, decidió buscar una solución. Recorrió el reino en busca de ayuda y finalmente encontró a una anciana sabia que le reveló el secreto para restaurar la sabiduría y la responsabilidad en el reino.

La anciana le explicó que, para reparar el daño causado, Lucas debería plantar una semilla de responsabilidad en cada rincón del reino. Lucas se dispuso a cumplir esta tarea con determinación y paciencia. A medida que las semillas crecían, el árbol de Sabiduría comenzaba a recuperar su esplendor y el reino volvía a florecer.

El cuento llegó a su fin y los niños traviesos de Imaginaria, con lágrimas en los ojos, comprendieron el valioso mensaje que el Gran Creador les había transmitido. A partir de ese día, cada uno de ellos asumió la responsabilidad de cuidar de su pueblo y de su entorno.

El Gran Creador sonrió satisfecho, sabiendo que su historia había dejado una huella profunda en los corazones de aquellos niños. La responsabilidad se convirtió en una virtud arraigada en Imaginaria y el cuento del árbol de Sabiduría se transmitió de generación en generación, recordando a todos la importancia de asumir nuestras responsabilidades y cuidar de nuestro mundo.

Y así, el Gran Creador continuó su labor de escribir cuentos que inspiraban y enseñaban, siempre con la esperanza de que cada historia tuviera un impacto positivo en aquellos que las leían.

Cuento 1: El niño y el árbol

Cuento 1 el nino y el arbol

Cuento 1: El niño y el árbol

Había una vez un niño llamado Lucas, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de hermosos árboles. Desde muy pequeño, Lucas desarrolló un gran amor por la naturaleza y siempre se sentía atraído por los majestuosos árboles que le rodeaban.

Un día, mientras exploraba el bosque cercano a su casa, Lucas se encontró con un viejo árbol que parecía necesitar ayuda. Sus ramas estaban marchitas y su tronco estaba cubierto de musgo. El niño pudo sentir la tristeza del árbol y decidió que debía hacer algo al respecto.

Con gran determinación, Lucas regresó a su casa y buscó todo lo que necesitaba para cuidar y revitalizar al árbol. Armado con una pala, agua y abono, volvió al bosque y comenzó a trabajar. Cuidadosamente, cavó alrededor de las raíces del árbol, asegurándose de no hacerle daño.

Día tras día, Lucas visitaba al árbol y se aseguraba de que estuviera bien alimentado y regado. Le hablaba con cariño y compartía sus sueños y anhelos más profundos. El árbol, a su vez, parecía responder a ese amor y dedicación, ya que poco a poco empezó a recuperar su vitalidad.

Con el paso del tiempo, el árbol se convirtió en el más hermoso del bosque. Sus ramas se extendían orgullosas y sus hojas brillaban con un verde vibrante. Lucas se sentía feliz y orgulloso de haber sido responsable de esa transformación.

Pero un día, una fuerte tormenta azotó el pueblo. Los vientos furiosos y la lluvia torrencial golpearon sin piedad al viejo árbol. Lucas se preocupó por su amigo y corrió al bosque para asegurarse de que estuviera a salvo.

Cuando llegó, encontró al árbol inclinado y aparentemente débil. Sin embargo, no se dio por vencido. Tomó cuerdas y palos para apuntalar al árbol, protegiéndolo de cualquier daño adicional. Lucas sabía que su responsabilidad no terminaba cuando las cosas se ponían difíciles, sino que debía permanecer a su lado en los momentos de necesidad.

A medida que pasaban los días, el árbol se fortaleció y volvió a levantarse con orgullo. La tormenta había sido dura, pero gracias al compromiso de Lucas, el árbol logró superarla.

El niño y el árbol se convirtieron en inseparables. Juntos, demostraron a todos en el pueblo la importancia de asumir la responsabilidad de cuidar la naturaleza que nos rodea. Los demás niños se inspiraron en la historia de Lucas y comenzaron a cuidar de los árboles y plantas que los rodeaban.

Desde aquel día, Lucas se convirtió en un defensor de la naturaleza y enseñó a otros la importancia de ser responsables con el medio ambiente. Su amor y dedicación hacia los árboles y la naturaleza se convirtieron en un legado que perduraría por generaciones.

Y así, el niño y el árbol demostraron que la responsabilidad y el amor por la naturaleza pueden marcar la diferencia en el mundo, recordándonos que cada uno de nosotros tiene el poder de cuidar y proteger nuestro entorno.

Fin del cuento 1: El niño y el árbol.

En este cuento, se destaca la importancia de asumir la responsabilidad de cuidar y proteger la naturaleza que nos rodea. A través de la dedicación y el compromiso del niño, se muestra cómo el amor y la responsabilidad pueden transformar no solo a un árbol, sino también a toda una comunidad.

Cuento 2: El lobo y los tres cerditos

Cuento 2 el lobo y los tres cerditos

Cuento 2: El lobo y los tres cerditos

Había una vez tres cerditos llamados Pedro, Pablo y Pepe, que decidieron construir sus propias casitas en el bosque. Pedro, el cerdito más sabio y responsable, decidió construir su casa de ladrillos, ya que sabía que sería la opción más segura y resistente. Pablo, el cerdito algo despreocupado, decidió construir su casa de madera, pensando que sería suficiente para protegerse del mundo exterior. Pepe, el cerdito más perezoso, construyó su casa de paja, ya que le parecía la opción más rápida y sencilla.

Un día, mientras Pedro estaba terminando de construir su casa de ladrillos, un lobo feroz llamado Óscar se acercó al bosque y sintió el delicioso aroma de los cerditos. Siguiendo su instinto, se dirigió a la casa de paja de Pepe y tocó a la puerta.

¡Pepe, abre la puerta! Quiero jugar contigo, dijo el lobo con una sonrisa maliciosa.

Pepe, asustado, se negó a abrir la puerta y gritó: ¡No, no puedo! ¡Estoy muy ocupado!

El lobo, furioso y hambriento, sopló con todas sus fuerzas y la casa de paja de Pepe se derrumbó en un abrir y cerrar de ojos. El cerdito, aterrorizado, corrió tan rápido como pudo y se refugió en la casa de madera de Pablo.

El lobo, no dispuesto a darse por vencido, se acercó a la casa de madera y golpeó la puerta con fuerza. ¡Pablo, déjame entrar! ¡Sé que estás ahí dentro!, rugió el lobo impaciente.

Pablo, algo preocupado pero confiado en su casa de madera, respondió: ¡No, no puedo! ¡Estoy ocupado construyendo mi hogar!

El lobo, aún más enfurecido, sopló y sopló con todas sus fuerzas, y la casa de madera de Pablo también se derrumbó. Los dos cerditos, Pedro y Pablo, corrieron tan rápido como pudieron y se refugiaron en la casa de ladrillos de Pedro.

El lobo, lleno de rabia y con el hambre descontrolada, se acercó a la casa de ladrillos y golpeó la puerta una y otra vez. Pero, por más que lo intentó, la casa de ladrillos se mantuvo firme y no cedió ante los ataques del lobo.

El lobo, frustrado y derrotado, decidió marcharse en busca de una presa más fácil. Los tres cerditos, aliviados y conscientes de su error, entendieron la importancia de la responsabilidad y la planificación.

Desde ese día, Pedro, Pablo y Pepe aprendieron que la responsabilidad es fundamental en la vida. Pedro les enseñó a sus hermanos la importancia de hacer las cosas bien desde el principio, mientras que Pablo y Pepe aprendieron a no tomar atajos y a ser más diligentes en sus acciones.

Y así, los tres cerditos vivieron felices y seguros en su casa de ladrillos, disfrutando de la compañía y aprendiendo juntos la importancia de la responsabilidad en cada paso que daban.

Fin.

Cuento 3: La tortuga y la liebre

Cuento 3: La tortuga y la liebre

Había una vez en el bosque, una tortuga llamada Tessa y una liebre llamada Leo. Tessa era una tortuga muy responsable y siempre se esforzaba por cumplir con todas sus tareas. Leo era una liebre muy despreocupada y siempre buscaba la diversión sin importar las consecuencias.

Un día, el bosque estaba lleno de emoción ya que se iba a celebrar una gran carrera entre todos los animales. Leo, con su actitud arrogante, se burlaba de los demás animales, asegurando que él era el más rápido de todos. Tessa, en cambio, sabía que no era rápida, pero decidió participar para demostrar que la responsabilidad y la constancia también podían ser valiosas en la vida.

La liebre Leo, confiando en su velocidad, decidió tomarse una siesta antes de la carrera, mientras que Tessa se preparaba meticulosamente para el evento. La tortuga sabía que debía esforzarse al máximo para llegar a la meta, aunque eso significara ir más despacio que los demás.

Cuando comenzó la carrera, todos los animales salieron corriendo a toda velocidad. Leo, con su velocidad relámpago, se adelantó rápidamente dejando atrás a todos los demás. La liebre estaba convencida de que ya había ganado la carrera y decidió tomarse otra siesta en medio del camino.

Mientras tanto, Tessa seguía avanzando lentamente pero sin detenerse. A pesar de que la liebre estaba muy adelante, la tortuga mantenía su ritmo constante y no se rendía. Los demás animales la animaban y le recordaban lo importante que era su determinación y responsabilidad.

Cuando Leo finalmente despertó de su siesta, se dio cuenta de que la tortuga estaba cerca de la meta. Corrió lo más rápido que pudo, pero ya era demasiado tarde. Tessa había llegado primero y todos los animales estaban emocionados por su logro.

La lección de este cuento es clara: la responsabilidad y la constancia son cualidades valiosas en la vida. Aunque la liebre era más rápida, su actitud irresponsable le impidió ganar la carrera. Mientras tanto, la tortuga demostró que, a pesar de ser lenta, su determinación la llevó al éxito.

Desde ese día, tanto la tortuga Tessa como la liebre Leo aprendieron la importancia de la responsabilidad y la constancia. Tessa continuó siendo una tortuga responsable y Leo aprendió a valorar el esfuerzo y la dedicación en lugar de confiar únicamente en su velocidad.

Y así, en el bosque, todos los animales recordaron este cuento como una inspiración para ser responsables en sus vidas y nunca subestimar el valor de la constancia.

Cuento 4: El pastorcito mentiroso

Cuento 4: El pastorcito mentiroso

Había una vez un pequeño pastorcito llamado Lucas, que vivía en un tranquilo pueblo rodeado de verdes praderas y altas montañas. Lucas era un niño muy travieso y juguetón, siempre buscando nuevas formas de divertirse. Sin embargo, tenía un pequeño problema: le encantaba contar mentiras.

Un día, mientras pastoreaba las ovejas en el campo, se le ocurrió una idea para gastarle una broma a los aldeanos. Se subió a una roca y comenzó a gritar muy asustado: ¡Lobos! ¡Lobos! ¡Ayuda, los lobos están atacando a las ovejas!

Los aldeanos, preocupados por la seguridad de las ovejas, corrieron hacia el campo para ayudar. Pero cuando llegaron, solo encontraron a Lucas riéndose a carcajadas. ¡Ja, ja! ¡Los engañé! No había ningún lobo, solo era una broma, exclamó el niño.

Los aldeanos se sintieron engañados y decepcionados con Lucas, pero decidieron darle una segunda oportunidad, pensando que era solo una travesura de niño. Le advirtieron que no volviera a hacerlo, pues las mentiras pueden causar problemas y dañar a otros.

Pero Lucas no aprendió su lección. Al día siguiente, mientras pastoreaba nuevamente a las ovejas, decidió repetir su travesura. Subió a la misma roca y comenzó a gritar: ¡Lobos! ¡Lobos! ¡Esta vez es verdad, los lobos están atacando a las ovejas!

Nuevamente, los aldeanos acudieron rápidamente al llamado de Lucas, preocupados por la seguridad de las ovejas. Sin embargo, cuando llegaron, solo encontraron a Lucas riéndose a carcajadas una vez más. ¡Ja, ja! ¡Otra vez les hice creer una mentira! No había lobos, solo quería ver sus caras asustadas, dijo con una sonrisa en su rostro.

Esta vez, los aldeanos estaban furiosos. Habían dejado sus quehaceres y acudido rápidamente para ayudar, solo para descubrir que Lucas había vuelto a mentir. Le advirtieron seriamente que si volvía a engañarlos, tendría que enfrentar las consecuencias.

Pero Lucas, en su arrogancia, no hizo caso de las advertencias. Al tercer día, mientras pastoreaba a las ovejas, decidió poner en práctica su travesura una vez más. Subió a la roca y comenzó a gritar con desesperación: ¡Lobos! ¡Lobos! ¡Por favor, ayuden, los lobos están atacando a las ovejas!

Esta vez, los aldeanos no acudieron al llamado. Habían aprendido la lección y habían decidido no creer más en las mentiras de Lucas. El pastorcito mentiroso se dio cuenta de que había perdido la confianza de todos a causa de sus engaños.

Mientras tanto, los lobos, que habían estado observando desde la distancia, aprovecharon la oportunidad y atacaron a las ovejas. Lucas, asustado y arrepentido, se dio cuenta de su grave error. Corrió hacia el pueblo en busca de ayuda, pero nadie acudió esta vez.

El pastorcito mentiroso aprendió una valiosa lección sobre la responsabilidad y las consecuencias de sus acciones. Comprendió que, al contar mentiras, había perdido la confianza de los demás y ahora no tenía a nadie a quien recurrir en momentos de verdadera necesidad.

Desde aquel día, Lucas decidió cambiar su comportamiento y dejar de mentir. Aprendió a ser responsable y a enfrentar las consecuencias de sus actos. Con el tiempo, reconstruyó la confianza de los aldeanos y se convirtió en un pastorcito honesto y respetado.

Y así, Lucas aprendió que la verdad y la responsabilidad son valores fundamentales que deben guiar nuestras acciones. No importa cuán tentador pueda ser el camino de la mentira, siempre es mejor ser honesto y enfrentar las situaciones con valentía y sinceridad.

Cuento 5: La hormiga y la cigarra

Cuento 5: La hormiga y la cigarra

Había una vez una hormiga llamada Ana, que vivía en un pequeño hormiguero en medio del bosque. Ana era conocida por ser trabajadora, organizada y siempre cumplir con sus responsabilidades. Todos los días se levantaba temprano y salía en busca de comida para su colonia.

Estaba Clara, una cigarra despreocupada y amante de la diversión. Clara pasaba sus días cantando y jugando, sin preocuparse por el futuro. No le importaba guardar alimentos para el invierno, ya que confiaba en que siempre habría algo para comer.

El verano llegó a su fin y el otoño comenzó a mostrar sus colores dorados. Las hojas empezaron a caer y el clima se volvió más frío. Ana, previsora como siempre, comenzó a recolectar y almacenar comida para el invierno. Trabajaba sin descanso para asegurarse de que su colonia tuviera suficiente alimento para sobrevivir durante los meses más fríos.

Mientras tanto, Clara seguía disfrutando de su vida despreocupada. Cantaba y bailaba sin preocuparse por el futuro. No entendía por qué Ana se esforzaba tanto trabajando todo el tiempo.

Con el invierno llegando, el bosque se cubrió de un manto blanco de nieve. La comida escaseaba y las temperaturas bajaban cada vez más. Ana y su colonia estaban resguardadas en su hormiguero, alimentándose de las reservas que habían acumulado. Pero Clara, que no había guardado nada, se encontraba en una situación desesperada.

La cigarra se dio cuenta de que había sido irresponsable y egoísta. Se arrepintió de no haber trabajado y ahorrado como lo hizo Ana. Con el estómago vacío y el frio congelando sus alas, Clara decidió buscar ayuda.

Desesperada, la cigarra llegó al hormiguero y suplicó a Ana que le diera algo de comida. Ana, aunque cansada y con poco que compartir, recordó su responsabilidad y su compasión. Sin juzgar a Clara, compartió una parte de sus reservas y le enseñó una lección invaluable sobre la importancia de la responsabilidad.

Clara aprendió de su error y decidió cambiar su actitud. A partir de ese día, prometió ser más responsable y trabajar duro para asegurarse de que nunca volviera a pasar hambre o frío. Comenzó a ayudar a Ana en la recolección de alimentos y, a medida que pasaba el tiempo, se convirtió en una cigarra más responsable y valiosa para la comunidad.

Este cuento nos enseña que la responsabilidad es fundamental en nuestras vidas. Ser conscientes de nuestras obligaciones y cumplirlas nos ayuda a construir un futuro mejor. No debemos dejar que la diversión o la despreocupación nos impidan ser responsables y cuidar de nosotros mismos y de los demás. Al igual que Ana y Clara, cada uno de nosotros tiene la capacidad de aprender y cambiar, y así convertirnos en personas más responsables y valiosas para nuestra comunidad.

Cuento de responsabilidades para adolescentes

Había una vez en un pequeño pueblo llamado Responsabilandia, donde todos los adolescentes eran dotados con el poder de la responsabilidad. En este lugar mágico, cada adolescente tenía la libertad de elegir cómo usar su don, pero también debían enfrentar las consecuencias de sus decisiones.

Un día, un joven llamado Lucas recibió una carta especial. En ella, se le encomendaba una gran responsabilidad: cuidar de un misterioso jardín mágico. Este jardín contenía las flores más bellas y valiosas del mundo, y solo aquellos que fueran responsables podrían mantenerlo prosperando.

Lucas, emocionado y consciente de la importancia de su tarea, se adentró en el jardín y se encontró con una planta llamada Floris. Floris era una flor mágica con la habilidad de hablar y guiar a Lucas en su camino hacia la responsabilidad.

Floris le advirtió a Lucas sobre los peligros del descuido y la falta de responsabilidad. Le enseñó cómo regar las plantas regularmente, asegurarse de que recibieran la cantidad adecuada de luz solar y eliminar cualquier maleza que pudiera dañarlas.

Con el tiempo, Lucas se dio cuenta de que la responsabilidad no solo se aplicaba al cuidado del jardín, sino también a otras áreas de su vida. Comenzó a tomar decisiones más conscientes sobre sus estudios, su relación con sus amigos y su compromiso con su familia.

Poco a poco, Lucas se convirtió en un modelo de responsabilidad para los demás adolescentes de Responsabilandia. Comenzaron a buscar su consejo y seguían su ejemplo en sus propias vidas.

A medida que los días pasaban, el jardín florecía con la dedicación y el amor de Lucas. Las flores crecían más hermosas y fuertes cada día, y el jardín se convirtió en un lugar de paz y armonía.

Lucas entendió que la responsabilidad no solo era una carga, sino también una bendición. A través de su dedicación, descubrió su verdadero potencial y se convirtió en un gran líder en su comunidad.

Y así, Lucas demostró que la responsabilidad era una virtud valiosa para los adolescentes. Su historia inspiró a muchos a asumir sus propias responsabilidades con confianza y determinación, creando un mundo lleno de personas responsables y conscientes de sus acciones.

Desde aquel día, el nombre de Lucas se convirtió en sinónimo de responsabilidad en Responsabilandia, y su legado perduró en el tiempo, recordándoles a todos los adolescentes que la responsabilidad era el camino hacia el éxito y la felicidad.

Cuentos sobre la responsabilidades para niños cortos

Cuento 1: El amigo del planeta

Había una vez un niño llamado Lucas, quien amaba pasar tiempo al aire libre y disfrutar de la naturaleza. Un día, mientras exploraba el bosque cercano a su casa, se encontró con un extraterrestre llamado Zog. Resulta que Zog había venido de un lejano planeta en busca de ayuda para salvar su hogar.

Zog le explicó a Lucas que su planeta estaba en grave peligro debido a la contaminación y el maltrato que los habitantes le estaban causando. Lucas, con una gran responsabilidad en su corazón, decidió ayudar a Zog y a su planeta.

Juntos, Lucas y Zog organizaron campañas de limpieza en su vecindario, enseñaron a otros niños sobre la importancia de reciclar y cuidar el medio ambiente. También plantaron árboles y crearon un huerto comunitario para promover la alimentación saludable.

Gracias a los esfuerzos de Lucas y Zog, el planeta de Zog comenzó a recuperarse. El aire se volvió más limpio, los ríos se despejaron y la flora y fauna volvieron a prosperar. Los habitantes del planeta de Zog estaban agradecidos con Lucas y lo consideraron un verdadero amigo.

Lucas aprendió una valiosa lección sobre la importancia de asumir responsabilidades y cuidar de nuestro hogar, la Tierra. Desde ese día, se convirtió en un defensor del medio ambiente y continuó enseñando a otros niños sobre la responsabilidad de proteger nuestro planeta.

Cuento 2: El pequeño granjero

Había una vez un niño llamado Mateo, que vivía en una pequeña granja junto a sus padres. Aunque era joven, Mateo tenía muchas responsabilidades en la granja y ayudaba en todas las tareas diarias.

Cada mañana, Mateo se levantaba temprano para alimentar a los animales, asegurarse de que tuvieran agua fresca y limpiar sus corrales. También ayudaba a sembrar y cultivar las plantas en el huerto y en los campos.

Un día, mientras Mateo cuidaba de las gallinas, notó que una de ellas estaba enferma. Se preocupó mucho y decidió llevarla al veterinario de animales de granja. El veterinario le explicó a Mateo que la gallina necesitaba medicación y cuidados especiales.

Con gran responsabilidad, Mateo siguió las instrucciones del veterinario y cuidó de la gallina enferma. La alimentó con una dieta especial, le proporcionó medicamentos y le brindó mucho amor y atención. Poco a poco, la gallina se fue recuperando y pronto estuvo sana y feliz nuevamente.

La historia de Mateo y la gallina enferma se difundió por toda la comunidad y muchas personas se inspiraron en su dedicación y responsabilidad. Mateo se convirtió en un ejemplo para otros niños y les enseñó la importancia de cuidar y proteger a los animales.

Desde aquel día, Mateo se aseguró de que todos los animales de la granja estuvieran bien cuidados y felices. Aprendió que con responsabilidad y dedicación, podía marcar una diferencia en la vida de otros seres vivos.

Estos cuentos nos enseñan cómo asumir responsabilidades puede tener un impacto positivo tanto en nosotros mismos como en el mundo que nos rodea. Al ser conscientes de nuestras acciones y cuidar de nuestro entorno, podemos crear un lugar mejor para todos.

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